domingo, 6 de marzo de 2011
Érase una vez una mujer
Érase una vez, un Paraíso
Era el principio…
Eva contemplaba como pasaban
días y noches,
mañanas de escarcha,
tardes sin luces
Le alboreaba el azul lila de madrugada,
La caricia fresca de la hierba temprana
La aspereza sólida de la tierra desecada
La ligereza de una hoja deshojada
con él aprendía
que el agua saciaba, que el viento silbaba,
que la mar rumoreaba , que la lluvia calaba,
que el frío enlazaba y la calor agitaba
juntos miraban
como la niebla envolvía, cubría y se deshacía
como las olas se agitaban, se agigantaban y se acompasaban
como la luz se encendía, titilaba o los ocultaba
Eva lo sentía
agitarse,
inquietarse,
impacientarse
Lo oía
enfadarse,
enervarse,
Imprecándole a los cielos….
¡!! El paraíso es un sueño,
aquí no puedo habitar!!!
¿Qué buscas, Eva
Que me pese el sueño
Que me fatigue el esfuerzo
Que mis manos arranquen los frutos
de nuestro huerto
que persiga mis sueños
Desplazándome por los mares
Venciendo al viento,
aplacando monstruos
naufragando en islotes
o perdido en los desiertos
Si Eva, quiero lo que tú me ofreces
Andar sin rumbo
buscando el norte
perderme en el sur
ventear con un levante
y descubrir navegando
a occidente
que el Paraíso se esconde siempre más allá del horizonte
Quiero desear y desearte
Eva, mordisqueando, le ofreció el fruto.
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Sin palabras, me has dejado sin palabras, como se quedaría Adán cuando le dijeron que comer una manzana llegaría tan lejos.
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